Mirando el presente de la educación en Colombia y más
precisamente el caso de la universidad San Martín, queda la sensación de que
vivimos en un país de zombis.
Harol Díaz./ nuevagaceta.co - Produce sentimiento de impotencia ver cómo se
pierden impulsos de movilización importantes como la Mesa Amplia Nacional
Estudiantil, MANE. Es decir, se ha diluido poco a poco por sectarismo, y por su
ausencia en la difícil situación de la Universidad San Martin.
Produce sentimiento de impotencia ver solos a los
estudiantes de la San Martin, sin que la sociedad en general, sin que la gente
del común tome partido en favor de la causa de los estudiantes. Pero, sobre
todo, produce impotencia ver cómo el Estado –el encargado de velar por los
derechos de sus ciudadanos–, sólo hasta cuando la estafa es irreversible decide
intervenir la institución educativa.
Pero más allá de ese caso o de las muchas universidades de
garaje que hay en todo el país, la verdadera falla del Estado y de los
gobernantes, ha sido no tener una seria política educativa pública y de
calidad. Lo peor de todo es la falta de interés en ella. Ese desinterés ha
llevado a que la educación esté en manos de mercachifles y de estafadores que
sólo ávidos de dinero han convertido un derecho en un negocio, igual que con la
salud. Si eso pasa con la legislación actual, según la cual las instituciones
educativas no deben tener lucro, no me imagino que pueda pasar si les aprueban
el ánimo de lucro a los prestadores de los servicios educativos.
Es urgente una reforma estructural en todo el sistema
educativo, desde preescolar hasta la educación superior. Una reforma donde la
educación con calidad no sea privilegio de unos pocos, una reforma que priorice
el ser humano, el medio ambiente, el desarrollo social enfocado al respeto de
las diferencias, a ser competentes y no competitivos, y al emprendimiento. Sin
embargo, no solo se requiere de una reforma a la educación, se debe hacer un
cambio extremo al propio Estado. Para ello es necesaria la generación y
proyección de líderes nuevos de los sectores más democráticos y progresistas.
Solo así se podrá pensar en llegar a esos cambios tan necesarios y urgentes que
necesita el país.