La espada en la investidura de Petro: ¿buen inicio o error simbólico?

Gustavo Petro ha iniciado su mandato como presidente de Colombia con un poderoso acto simbólico, ordenando traer la espada de Bolívar a su ceremonia de investidura. ¿Qué revela esto sobre su manera de hacer política?

La espada de Bolívar durante el acto de investidura.

DW.- Nunca antes se había interrumpido un acto de investidura por orden del propio recién nombrado presidente. Gustavo Petro hizo historia el domingo (07.08.2022) cuando, durante su toma de posesión, detuvo la ceremonia y ordenó traer a la Plaza de Bolívar la espada del mismo Libertador.
"Como presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar. Una orden del mandato popular y de este mandatario", dijo Petro.
El nuevo presidente se opuso así a una de las últimas órdenes de su predecesor, Iván Duque, quien había rehusado ceder la espada de Bolívar para la ceremonia alegando motivos de seguridad.

Para Pedro Viveros, analista político y columnista en El Espectador, es justamente esta decisión de interrumpir el acto para hacer traer la espada la que ha generado un simbolismo alrededor del arma, convirtiéndola en una metáfora de las divergencias políticas entre el actual y el anterior mandatario. "Si Duque le hubiese prestado la espada y esta hubiese estado allí durante todo el acto, no hubiese causado tanta polémica", dice Viveros.

Al mantener su discurso presidencial junto a la espada de Bolívar, Petro quiso transmitir un mensaje muy claro, comenta Viveros: "Que es un revolucionario que ha llegado al poder por la vía democrática, pero que sigue representando los ideales por los que comenzó su lucha, entre otras cosas, el pensamiento bolivariano."

Dos militares custodian la espada de Bolívar, mientras Gustavo Petro, ya presidente de Colombia, toma la palabra.

Símbolo del pasado guerrillero de Petro

No es la primera vez que los caminos de Gustavo Petro y la espada de Bolívar se cruzan. La guerrilla Movimiento 19 de Abril (M-19), de la que el actual presidente formó parte, se dio a conocer en enero de 1974 a través del robo del arma, que sustrajo de la Quinta de Bolívar, una casa museo en el centro de Bogotá. El M-19 la devolvió años después, en 1991, tras firmar un acuerdo de paz con el Estado colombiano, pero la espada se volvió un mito y, sin duda, un símbolo de la lucha guerrillera y luego política de Gustavo Petro.

Aunque no solo representa el pasado personal del jefe del Estado colombiano. También es símbolo "de diferentes luchas históricas”, dice el historiador Sebastián Vargas Álvarez, de la Universidad del Rosario. Su presencia en este acto "trae estas demandas del pasado al presente y simboliza cómo su Gobierno se compromete con luchas de justicia social y de justicia ambiental inconclusas”.

"Juego de poder político"

Desde la visión de la psicología política, el profesor de la Universidad Técnica de Pereira Álvaro Díaz Gómez sugiere que la intervención de Petro ayuda a implementar una nueva cultura política, invitando a ciudadanos a convertirse en sujetos políticos, creando una identidad a través de rituales. "Es un símbolo que ayuda a crear una noción del momento y forjar una indentidad grupal,” dice Díaz Gómez.

Sin duda, demuestra un "juego de poder político” entre la izquierda y la derecha, prosigue Díaz, porque "Duque no cedió la espada, pero Petro la hizo traer”.

Por parte de la oposición, el gesto ha sido recibido con críticas, interpretando la orden de Petro como un acto autoritario, al traer al escenario un arma que también puede ser asociada con el conflicto armado.

"Hay una aparente contradicción”, admite el historiador Sebastián Vargas, "porque la espada es un objeto militar y se puede malinterpretar el actuar de Petro como un llamado a la beligerancia”. Sin embargo, para Vargas es más bien la muestra de que Petro "quiere encontrar una nueva forma de hacer política y de entender la historia, haciendo una resignificación de este objeto a partir de las necesidades del presente.”

Política simbólica

Aunque la espada de Bolívar se ha llevado gran parte de la atención mediática, todos los expertos entrevistados coinciden en que otra parte del acto de investidura estuvo impregnada por un hecho simbólico al menos igual de importante: la imposición de la banda presidencial por María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, candidato presidencial del M-19 asesinado en 1990.

Con este acto performativo, incluso se rompió el protocolo, que indica que es el presidente del Congreso, en este caso Roy Barreras, quien debe colocar la banda. Según el analista Pedro Viveros, durante la ceremonia de investidura Petro se mantuvo fiel a su línea de "persona que siempre ha hecho su política mediante símbolos".

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