Un proyecto de ley y una polémica
declaración reabrieron el debate. ¿Está en peligro la libertad de expresión?
Víctor Solano*
Senadores
contra redes sociales
El pasado nueve de enero, el senador
de Cambio Radical Antonio Zabaraín afirmó en un debate del programa
radial Partida W que las
redes sociales deben ser “controladas”.
Pocos días atrás, Zabaraín había sido
noticia por su desatinada intervención durante el debate en el Congreso acerca de Odebrecht, que
despertó burlas e indignación y que llevó a muchos a preguntarse si el senador
estaría ebrio en el momento de hablar.
Esta vez el congresista volvió a ser
noticia por su polémica defensa del fiscal Martínez. Según Zabaraín, “hay que
ver qué se hace para controlar las redes sociales”, porque han sido el arma
predilecta de muchos antisociales” para poner “en tela de juicio la
honorabilidad” del Fiscal.
Las redes sociales permiten que haya cada vez más ojos sobre los
funcionarios públicos.
Antonio Zabaraín es además el ponente
de un proyecto de ley que “establece mecanismos para ejercer un mayor control
sobre la libertad de publicación de contenidos en la web”. El proyecto fue
presentado por el senador del Partido de la U, José David Name, según él, con el propósito de “proteger la honra y el buen
nombre de los ciudadanos por las injurias y calumnias que se presentan a través
de las redes sociales”.
Más
ojos sobre los corruptos
Las propuestas de Name y Zabaraín
parecen intentos desesperados de complacer a un fiscal poderoso —o quizás de
congraciarse con sus jefes políticos—.
Pero recoger esos réditos tendría un
costo social muy alto. El proyecto de Name y las declaraciones de Zabaraín se
dan cuando todos los países del mundo quieren aprovechar el potencial de
internet, por ejemplo, para estimular el emprendimiento o para fortalecer las
instituciones promoviendo la participación ciudadana.
De hecho, las redes sociales pueden
ser una herramienta para hacer más transparente la gestión pública. Se trata de
un espacio donde los ciudadanos pueden hacer control político y veeduría a
todas las ramas del poder.
La corrupción nunca había sido tan
visible como ahora. Las redes sociales permiten que haya cada vez más ojos sobre
los funcionarios públicos y, por lo tanto, implican un camino más estrecho para
los corruptos.
Eso es, precisamente, lo que le “da
alergia” a Zabaraín y a sus padrinos políticos, los Char, lo mismo que molesta
al senador Name en la misma Barranquilla, lo mismo que no les gusta a todos
quienes proponen regular las redes para evitar que los ciudadanos vigilen y
hagan denuncias.
Autoritarismo
y censura
Las redes sociales no son buenas ni
malas en sí mismas. Se trata de plataformas que los seres humanos utilizan para
comunicarse e interactuar entre ellos.
Por definición, las redes sociales
son un espacio de libertad. Por eso causa tanta molestia que un político hable
de “controlar” las redes sociales. Más aún si ese “control” tiene el propósito
de silenciar denuncias o, inclusive, de evitar las burlas de las que ha sido
víctima el mismo Zabaraín en todas las redes, en especial en Twitter.
La singular “propuesta” de los
senadores Name y Zabaraín es retrógrada y autoritaria. El deseo de controlar
las redes es propio de los regímenes totalitarios, que quieren controlar la
vida privada de sus ciudadanos.
Con un tono similar al de Zabaraín, Nicolás Maduro dijo en 2017
que había que “poner orden” en las redes sociales.
En China, Cuba y Venezuela se han
tomado medidas para censurar o limitar las redes sociales. Con un tono similar
al de Zabaraín, Nicolás Maduro dijo en 2017 que había que “poner orden” en las redes sociales para evitar que se convirtieran en
plataformas de odio “contrarevolucionarias”.
En un modelo político diametralmente
opuesto, el presidente Trump ha acusado a Google, Facebook y Twitter de tener un sesgo político. Paradójicamente, Trump ha
hecho de Twitter una de las principales armas para atacar a sus contradictores.