Tras el acuerdo para ir a la consulta entre Duque, Ramírez y Ordoñez, es oportuno repasar la trayectoria del Centro Democrático y sus posibles escenarios para las elecciones y el gobierno que viene. ¿Será un partido más?*.
Yann
Basset** - Daniel López***
Apuntando a la victoria
En
el momento de su estreno electoral en 2014, el Centro Democrático (CD) logró el
segundo puesto en la preferencia de los ciudadanos para el Senado.
Ahora,
con las dificultades del partido de la U y el empujón de la victoria del No en
el plebiscito de 2016, el partido aspira a ocupar el primer lugar y a ganar las
presidenciales.
Y
sin embargo es muy difícil hacer previsiones en el caso de CD por dos razones:
1.
Fue el único gran partido que en 2014 escogió la “lista cerrada” –cuando se
vota por el partido en su conjunto y no por candidatos del mismo-. Como no es
posible saber cuántos atrajo cada miembro de la lista, se hace difícil
anticipar las posibilidades del partido en estas elecciones.
2.
Se da por descontado que colombiana.
Los
más de dos millones de votos que logró la lista al Senado y el 1,3 millón que
cosecharon las de la Cámara sumadas, nos dan una idea del peso electoral propio
de Uribe. Aun cuando su nombre no figuraba en las listas a la Cámara, su peso
como líder del partido fue sin duda decisivo para atraer a los votantes.
La
popularidad de Uribe podría haber aumentado después del 2014 gracias al
desplome de la de Santos y a la victoria del No en el plebiscito de 2016.
Sin
embargo la salida de escena del adversario preferido del CD hace que los electores
ya no interpreten el ciclo electoral de 2018 como un pulso polarizado entre
uribismo y santismo. Aunque Uribe no ha perdido su atractivo, quizás su figura
no logre ubicarse fácilmente en el centro de la contienda en 2018 como lo hizo
en 2014.
Más
allá de las incógnitas sobre la capacidad de Uribe para superar los resultados
de 2014, hay algunos cambios en las candidaturas del partido que si bien son
pocos son muy significativos.
En
el Senado, además del candidato presidencial Iván Duque, cinco de los actuales
titulares no aspiran a la reelección. Entre ellos, la pérdida que probablemente
pesará más a nivel electoral es la de Orlando Castañeda, el representante de la
Misión Carismática Internacional en la lista del CD. Con la decisión de Claudia
Rodríguez de Castellanos de romper la alianza con el uribismo y de presentar su
candidatura en Cambio Radical, el CD pierde los votos de esta potente
congregación cristiana.
Se
ha especulado mucho sobre el poder electoral de la Misión Carismática
Internacional, y en particular, sobre su papel en la victoria del No en el
plebiscito de 2016, pero en realidad es muy difícil saber cuántos votos le
restarán a la lista del CD.
La
última vez que un congresista de la organización se midió en las urnas con voto
preferente fue en 2010 con la senadora Claudia Wilches, quien obtuvo unos
45.000 votos. Esto es probablemente mucho menos de lo que la Misión Carismática
Internacional puede poner en las urnas hoy (y de lo que puso en 2014), pero
matiza también las cifras extravagantes que a veces se mencionan hablando del
poder del voto cristiano.
En
compensación, la lista al Senado recibirá el refuerzo de varios representantes
actuales que intentarán el salto a la cámara alta, siendo los más llamativos
María Fernanda Cabal de Bogotá (electa en lista cerrada en 2014), Ciro Ramírez de Boyacá
y Pierre García de Tolima, que
tienen algo de voto propio.
Una institucionalización difícil
El
mayor cambio entre 2014 y 2018 no tiene que ver con el contenido de la lista
sino con su modalidad.
Centro
Democrático fue el único partido importante en apostarle a la lista cerrada en
2014. El mecanismo había sido casi abandonado desde que las listas de Enrique
Peñalosa y Antanas Mockus se quemaron en 2006 con este mecanismo. El movimiento
MIRA era el único que persistía en presentar listas cerradas desde entonces,
mientras que los partidos importantes preferían apostarle a listas abiertas que
les ahorraban el costo de definir el orden de sus listas y dejaban en manos de
ellos la tarea de recoger votos por su cuenta.
Rompiendo
con este sistema, el CD demostró en 2014 todo el potencial que un partido puede
sacar de una lista cerrada. Si algunos denigraron a la bancada uribista al Senado
por ser compuesta de figuras sin mucho peso y sin votos propios, la verdad es
que fue particularmente eficaz para los propósitos del partido y de su jefe por
estas dos razones:
1.
Permitió la llegada al Congreso de figuras nuevas, algunas jóvenes, y entre las
cuales había varias mujeres, lo que hizo del CD un vehículo de renovación de la
representación.
2.
Aunque algunas de estas nuevas figuras se destacaron por su cuenta -como María
Fernanda Cabal, Paloma Valencia e Iván Duque- lo llamativo de la nueva bancada
fue su capacidad para actuar de manera coordinada. En el Senado, fue la
bancada más disciplinada con
un índice de cohesión de 0,73, justo antes del Polo Democrático (aunque el Polo
sólo contaba con cinco senadores, lo que facilita la cohesión).
Eso
hizo de la bancada uribista un grupo particularmente eficaz a pesar de estar en
la oposición. Su disciplina les permitió tener clara influencia sobre muchas
decisiones, y más allá, les permitió copar la agenda mediática en muchas
ocasiones, cuando los otros partidos, en particular los oficialistas, estaban
condenados a la impotencia a raíz de sus hondas divisiones.
Desde
luego, eso fue posible gracias a la figura de Álvaro Uribe, pero esto no quita
que la bancada del partido fue particularmente eficaz, y por eso,
indudablemente representativa: a pesar de que sus miembros no tenían tanto
reconocimiento propio, no hay duda de que actuaron en el Congreso exactamente
como sus electores esperaban.
Un destino incierto
Frente
a todo lo anterior cabe preguntarse por qué el CD decidió abandonar el
mecanismo que lo llevó al éxito como fuerza parlamentaria entre 2014 y 2018, y
optó finalmente por la lista abierta. La respuesta tiene que buscarse en el
proceso de institucionalización del partido.
En
2014 el Centro Democrático era un partido nuevo, sin estructuras y totalmente
dependiente de la figura de su fundador. Cuatro años después, si bien Uribe
sigue siendo el punto de referencia indiscutible para todos sus miembros, tiene
que contar con todo lo que caracteriza un partido en vía de institucionalización:
comités, procedimientos, corrientes, y disputas para el poder. En estas
condiciones, hubiera sido mucho más costoso poner a Uribe a arbitrar entre las
aspiraciones de los unos y los otros, tanto para él como para el partido.
Algo
similar sucedió para la selección del candidato presidencial. Aunque muchos
hablaron, con fervor o con sarcasmo, del candidato de CD como “el que diga
Uribe”, la verdad es que el partido tuvo que inventarse un complicado mecanismo
de encuestas para ungir a Iván Duque sin herir las susceptibilidades de sus
rivales.
En
estos procesos, fue imposible disimular las tensiones entre una tendencia
radical, encabezada por Fernando Londoño, director del partido, y los
partidarios de una estrategia que buscara votos hacia el centro con un
candidato de perfil más moderado, como lo fue finalmente Iván Duque.
Esto
nos habla de un partido que se instala duraderamente en el sistema partidario
colombiano, perdiendo paulatinamente las características específicas que
construyeron su éxito.
Será
interesante observar cómo la nueva bancada de Centro Democrático -elegida
con voto preferente- se comportará después de 2018.
· ¿Será capaz de conservar
su cohesión y su eficacia o irá acercándose a los métodos de hacer política de
los demás partidos?
· Y finalmente, ¿Cómo se
comportaría si dejara de ser un partido de oposición al cumplir su objetivo de
poner a un miembro suyo en el Palacio de Nariño?
*
En Alianza con Razón Pública, el Observatorio de la Representación Política de
la Universidad del Rosario propone una serie de artículos sobre el estado de
las fuerzas políticas en víspera de las elecciones legislativas.
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Profesor de la Universidad del Rosario, director del Observatorio de la
Representación Política (ORP)