Los peores desastres
Cuando
asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948, “La Violencia” ya se
venía gestando desde hacía una década, en el intento de frenar cualquier cambio
en la tenencia y los usos de la tierra en Colombia.
Bajo
otras denominaciones y con otras características, ese conflicto armado se
mantiene hasta ahora. Puede decirse entonces que este desastre continuado
durante más de ocho décadas es el que ha causado y sigue causando más pérdidas
de vidas, más comunidades desplazadas, más destrucción y más dolor para los
colombianos.
En
términos de personas muertas y desaparecidas en un solo evento, no cabe duda de
que la destrucción de Armero el 13 de noviembre de 1985 es el peor de los desastres
de nuestra historia ocasionados por un fenómeno natural.
Recordemos
que ya dos Armeros habían sido destruidos en 1595 y en 1845 porque fueron
construidos junto al cauce del río por el cual descienden las “avalanchas” o
flujos de lodo provenientes de las erupciones del volcán Nevado del Ruiz /
Cumanday. Puesto que por tercera vez esa población se volvió a construir en el
sitio, mal podríamos atribuirle al volcán toda la responsabilidad por ese
desastre.
En
cuanto a la extensión del área afectada por un solo evento natural,
posiblemente el desastre causado por el terremoto del Eje Cafetero, del cual
este 29 de enero se cumplieron veinte años, es el que más municipios ha
afectado hasta ahora.
Pero
el desastre ocasionado por el proyecto de Hidroituango en toda su zona de
influencia, constituye el más complejo que ha vivido el país, por lo menos en
el último siglo.
Las
siguientes son algunas de las razones en las cuales sustento mi afirmación.
El origen de la amenaza
Es sorprendente que la empresa orgullo del gobierno antioqueño y del país haya recurrida en tantos errores. Foto: Facebook- EPM |
La
amenaza que desató y que sigue
alimentando este desastre no es un evento puntual sino un
proceso de largo plazo.
Y
no es de origen natural sino humano y tecnológico: el desastre de Hidroituango
resulta de la manera como se concibió, se planificó y se ha venido llevando a
cabo el proyecto en sus dimensiones técnica, ambiental y social.
Esto
marca una diferencia sustancial con los desastres desencadenados por fenómenos
naturales, porque en este caso la responsabilidad por causar la amenaza, por
los daños y riesgos ambientales y sociales que el proyecto está creando en su
zona de influencia, tiene un rostro identificable: las Empresas Públicas de
Medellín (EPM).
No
quiero decir, por supuesto, que EPM haya tenido la intención de crear los
riesgos que se están convirtiendo en desastres. Pero sorprende que una empresa
que ha sido orgullo de Antioquia y un modelo para el resto del país, no haya
llevado a cabo una necesaria y efectiva gestión del riesgo, sobre todo
tratándose del proyecto de generación eléctrica más ambicioso y costoso en que
Colombia se haya embarcado.
El desastre ocasionado por el
proyecto de Hidroituango constituye el más complejo que ha vivido el país, por
lo menos en el último siglo.
Por
ejemplo: no se entiende cómo no previeron los riegos de la decisión que tomaron
en abril de 2018. Con el propósito de acelerar el llenado del embalse,
resolvieron taponar los dos túneles por donde estaba fluyendo parte del agua
del río Cauca mientras se acabada de construir la represa.
Tampoco
se entiende por qué (como también sucedió en el Quimbo) no removieron la
materia orgánica procedente de la tala de los bosques que se encontraban en la
zona que iba a ser inundada. Este descuido evidente contribuyó a taponar el
único túnel que le quedaba al agua para ejercer su Derecho a Fluir. Otra prueba
de que como que no
tenemos capacidad de aprendizaje.
Hidroituango: una catástrofe que pudo ser evitada.
El desastre comenzó hace más de veinte años
La
emergencia que se presentó a principios de mayo del año pasado constituyó
apenas el comienzo de una nueva etapa del desastre a que ha dado lugar este
megaproyecto.
Las
medidas para controlar esa emergencia y las nuevas que surgieron a partir de
allí, han logrado evitar que se produzca la pérdida de más vidas humanas. Pero
no han podido evitar los traumatismos de todo tipo que desde que comenzó el
proyecto han afectado a las comunidades de su zona de influencia.
La
investigadora Juana Afanador resalta una de las
dimensiones más trágicas de este desastre: “En la zona escogida para construir
Hidroituango se concentran unas 15 mil personas afectadas por el conflicto
armado. De ellas, 4.500 sufrieron desplazamiento forzado entre 1990 y 2012 […]
Además de Ituango, en la que queda el corregimiento de El Aro, hay otros 11
municipios afectados por la represa: Valdivia, Yarumal, San Andrés de Cuerquia,
Santa Fe de Antioquia, Buriticá, Peque, Briceño, Sabanalarga, Toledo, Liborina
y Olaya. Y en la mayoría de ellos, se experimentaron masacres. En cifras
aproximadas, se cree que hay entre 300 y 600 víctimas enterradas, de 62
masacres cometidas por paramilitares”.
Entre
el 22 y el 31 de octubre de 1997 las Autodefensas Unidas de Colombia se tomaron
la población de El Aro, torturaron y asesinaron a 16 campesinos e incendiaron
el caserío. Al cumplirse el vigésimo aniversario de ese suceso, El Tiempo publicó una serie de
testimonios que merece ser leída para que no olvidemos el horror que conlleva
la degradación del conflicto armado en Colombia, y cuyas víctimas en ese caso
han sido simultáneamente las víctimas de este megaproyecto de desarrollo.
Isabel Zuleta, líder del Movimiento
Ríos Vivos Antioquia, relató cómo en los albergues donde se encuentran cientos
de familias evacuadas de las zonas de alta amenaza se está dando el
reclutamiento de menores –inclusive de niños- por parte de grupos armados
ilegales. También han aumentado las amenazas contra líderes de ese movimiento y
contra sus familiares. Otros líderes ya han sido asesinados.
Por
su parte El Espectador enumera “los
hechos tan violentos: incursiones de grupos armados en zonas urbanas, masacres,
desplazamientos y zozobra es lo que se empieza a vivir en diversos territorios
del país”, entre los cuales se encuentran los de la zona de influencia de
Hidroituango.
La situación del río Cauca es dramática para las comunidades. Foto-Facebook EPM |
Lo que puede venir
Informes
como el de Germán Vargas Cuervo del
Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional, el de la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y San Jorge y
el de un grupo de expertos de Naciones Unidas coinciden en
alertar sobre los riesgos enormes que implicaría un colapso de la presa. No
solo sobre la zona de influencia inmediata sino sobre los municipios de La
Mojana y de allí, aguas abajo, hasta la desembocadura del río Magdalena, cuyo
principal afluente es el Cauca.
En
medios respetables también ha circulado información en el sentido de que un
informe elaborado por el Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos,
que hasta ahora se ha mantenido en reserva, concluye con advertencias
similares.
Los
escenarios de riesgo descritos en esos informes no se pueden descartar con el
fácil argumento de que “son del año pasado”. Y todavía menos cuando existen
pruebas suficientes sobre la inestabilidad geológica de las montañas donde está
anclada la infraestructura de la represa -inestabilidad que por distintas
razones ha aumentado desde que comenzó la emergencia en mayo 2018-.
La emergencia que se presentó a
principios de mayo del año pasado constituyó apenas el comienzo de una nueva
etapa del desastre.
Hay
quienes aseguran que la presa en este momento es totalmente segura y que no
tiene peligro de colapsar. Pero el propio gerente de EPM justificó la medida de
cerrar la compuerta de la casa de máquinas este 5 de febrero (y que dejó al rio
Cauca casi del todo seco durante cuatro días) con el preciso argumento de que
se trataba de “salvar la vida de las comunidades”. ¿Salvarlas de qué? De lo que
podría suceder si llegara a colapsar la presa.
Detrás
de las palabras del gerente bien pudo estar el informe que la firma Integral
(que viene acompañando el proyecto desde que se concibió) entregó a EPM el 4 de
febrero, el cual “alerta sobre el alto riesgo de fallas de la estructura de
captación”, cuyo desplome podría afectar la estabilidad de toda la presa.
Estos
son los algunos de los principales, aunque no los únicos, factores que permiten
reafirmarlo: este es el desastre más complejo que ha tenido que afrontar
Colombia por lo menos en el último siglo.
Para
poderle encontrar una salida y evitar que el desastre adquiera dimensiones aún
mayores, es necesario
- Analizarlo en su contexto territorial e
histórico, y
- Entenderlo como un proceso, no como una
simple sucesión de hechos violentos y emergencias desconectadas.