Desde
que se filtró el nombre de Darío Acevedo para ocupar la dirección del Centro
Nacional de Memoria Histórica comenzó el revuelo. Era el tercer candidato
propuesto por el gobierno Duque, después del nortesantandereano Mario Javier
Pacheco que llegaba con el respaldo de Luigi Echeverri y luego Vicente
Torrijos, apoyado por el propio presidente Duque, para asumir las riendas de la
institución creada por ley en el 2011 para la atención y reparación de las
víctimas del Conflicto Armado Interno.
La ley le asigna por diez años una serie de
tareas en materia de memoria histórica especialmente en cuanto a la
preservación de los archivos de las víctimas del reconocido conflicto armado. Y
en esto radican las duras críticas a este nombramiento, igual que ocurrió con
los dos anteriores, cuyos nombres tuvieron que ser retirados a marchas forzadas
por Susana Correa, la directora del Departamento de Prosperidad Social, entidad
a la que está adscrito el centro.
Acevedo,
quien se ha desempeñado desde hace ocho años como profesor en la Universidad
Nacional llegó, con el sólido respaldo del senador del Centro Democrático José
Obdulio Gaviria y del propio Álvaro Uribe Vélez, jefe natural del partido al
que pertenece Duque.
Contaba con credenciales académicas, pero
sobre sus espaldas pesa una convicción que comparte con sus compañeros del
Centro de pensamiento Primero Colombia, que se convirtió en la base ideológica
del uribismo en Antioquia: la tesis de que en Colombia no ha existido conflicto
armado sino una amenaza terrorista contra el Estado y sus instituciones.
Esto
es precisamente lo que le reprochan sus colegas historiadores de la Universidad
Nacional en una carta dirigida a Acevedo y firmada por absolutamente todos los
profesores y profesoras de la facultad que lo acogió hace ocho años cuando
debió salir de Medellín acosado por los paramilitares. “Nos sorprende que
usted, que niega abiertamente la existencia del Conflicto Armado Interno, haya
aceptado dirigir una entidad estatal que tiene ese reconocimiento como el eje
central de su actividad”, le dicen frontalmente.
Darío
Acevedo tejió una vieja amistad con José Obdulio Gaviria desde los años 70
cuando ambos participaron del Movimiento Firmes que promovió la candidatura
presidencial de Gerardo Molina, de quien Acevedo fue su biógrafo. Ambos
militantes de izquierda, colaboradores de la Escuela Nacional Sindical de
Antioquia y Acevedo fundador del sindicato de Polímeros se deslizaron primero
hacia el liberalismo y luego al uribismo.
Junto a Álvaro Uribe emprendieron las batallas
políticas que lo colocaron primero en la gobernación de Antioquia y luego en la
Presidencia de la República en el 2002 y que repitió cuatro años después. Desde
el primer día, Gaviria se trasladó de Medellín a la Casa de Nariño desde donde
se desempeñó como asesor principal del presidente Uribe y fue el cerebro
articulador de su tesis dentro del gobierno, autor de muchos de los discursos e
intervenciones públicas presidenciales.
Fue un vigilante de los documentos oficiales y
especialmente en los internacionales para asegurarse de que la expresión
“conflicto interno” no apareciera. Siempre ha estado secundado por un grupo de
viejos amigos intelectuales antioqueños entre los que se encuentran Darío
Acevedo, Alfonso Monsalve y Jaime Restrepo Cuartas, tres figuras sobresalientes
dentro del uribismo y muy especialmente en su construcción ideológica.
Después
del aparatoso estreno y con los ojos de la academia encima, la desconfianza de
las organizaciones de víctimas y la vigilancia de la Comisión de la Verdad
frente a la cual Acevedo se mostró abierto y proactivo como se lo hizo saber en
una comunicación a su presidente el Padre Francisco De Roux.
Esta
es la obligante carta de los profesores de la Universidad Nacional que ponen al
recién posesionado director contra la espada y la pared.
Carta de profesores del dep... by on Scribd