Los nuevos nombramientos de
Duque para su gabinete confirman el carácter pasivo-agresivo de su gobierno.
Todo indica que nos esperan dos años más de indecisión y debilidad.
Andrés
Dávila*
Un gobierno pasivo-agresivo
Me pidieron una columna sobre Nancy Patricia
Gutiérrez y su ¿abrupta? salida del Ministerio del Interior. Por varias
razones, considero que la situación y el personaje no dan para tanto. Tildar al
proceso de paz de “semi-fallido” fue
tan solo un equívoco más de los muchos proferidos por los altos funcionarios de
la administración actual que, dicho sea de paso, ya ha superado (y de lejos) el
liderazgo que tenía el gobierno de Turbay en materia de “embarradas públicas”.
El desliz le costó el ministerio a Gutiérrez y
confirmó que el actual gobierno tiene una forma particular de asumir la gestión
pública: la del aislamiento pasivo-agresivo. Aislamiento porque desconoce lo
que la sociedad y la opinión pública le piden a gritos: un remezón ministerial
que le dé aire a más de dos años de culminar su mandato. Pasivo en tanto da a
entender que el juicio negativo del proceso de paz es la gota que rebosó la
copa aun cuando se venía hablando del relevo de la ministra hace meses. Y
agresivo porque la salida no es una salida, sino un enroque: Duque anunció que
Gutiérrez reemplazaría al recién electo fiscal Francisco Barbosa en la Alta
Consejería para los Derechos Humanos y que Alicia Arango, la persona más
cercana al expresidente Uribe dentro del gobierno, será la nueva Ministra del
Interior. Nombrar a una ministra del uribismo duro reafirma el deseo de
aislamiento del actual gobierno, especialmente porque se trata del ministerio
que se encarga de las relaciones con el congreso y con los demás partidos.
Como esto pasó hace más de una semana, ya hay
nuevos hechos que relativizan la importancia de lo sucedido. En relación con
los mensajes equívocos, esta semana compitieron el Comandante del Ejército y
las reacciones a las declaraciones de Aída Merlano. En relación con la
gobernabilidad, los hechos se decantaron por las decisiones sobre la crisis ministerial
que se limitó al enroque y a los cambios en tres ministerios: salud,
agricultura y trabajo. Los escogidos comparten dos rasgos: a diferencia de los
jóvenes técnicos que formaron parte del primer gabinete, son hombres con
recorrido y experiencia que provienen de partidos que, para bien o para mal,
están dispuestos a apoyar al gobierno a cambio de tener más presencia
burocrática. Además de marcar una ruptura con la equidad de género, estas
elecciones son tan solo una solución parcial a la crisis ministerial porque no
responden al problema de fondo.
¿Qué representan los nuevos ministros?
Evidentemente, los tres nuevos ministros tienen una
clara representación partidista. En este aspecto, el de mayor anclaje es el de
salud, quien representa a Cambio Radical y, más concretamente, a su cacique más
tradicional, don “Coscorrón” Vargas Lleras. Las señales previas fueron bastante
claras: reuniones con la bancada, un cambio radical en las columnas del
exvicepresidente –ahora dedicadas a criticar las movilizaciones ciudadanas–
posiblemente en respuesta a las cuotas burocráticas ya recibidas, como lo es la
Unidad de Víctimas y, finalmente, una decisión muy esperada que sugiere que el
gobierno le dará algo a la facción de los Char. Está por verse si será mucho o
poco.
Algo que no deja de sorprender es el sentido de la
oportunidad o de la inoportunidad política de Vargas Lleras.
Algo que no deja de sorprender es el sentido de la
oportunidad o de la inoportunidad política de Vargas Lleras. Sus columnas
demuestran que sabe lo que vendrá con el gobierno de Duque y aun así (o quizás
por eso) ha decidido entregarse a él. El suyo es un caso interesante de
necrofilia política: un zombie que decide revivir en un moribundo a sabiendas
de que al moribundo lo acompaña un exorcista o un ser demoniaco superior a
todos.
Por su parte, Rodolfo Enrique Zea, el nuevo
ministro de Agricultura, pretende representar al Partido Conservador, pero es
difícil saber si su nombramiento implica la incorporación definitiva de este
partido al actual gobierno, pues los conservadores se han acostumbrado a las
mieles de estar y no estar en los gobiernos recientes, a ganar migajas por
punta y punta. Como perros hambrientos, quedan satisfechos con lo que les den
así sean sobras. Esta habilidad les permite ser gobierno y oposición al mismo
tiempo y obtener réditos burocráticos y políticos simultáneamente. Así,
sobreviven y de repente son indispensables para pasar una ley o para
bloquearla. Vale la pena recordar que se pusieron al servicio del “bachiller”
Macías a cambio de chichiguas: hasta de un plato de lentejas… Pero de esto hablaba
Alicia del Carpio en Yo y Tú.
Y, finalmente, Ángel Custodio Cabrera, el nuevo
ministro del trabajo, es un ex avezado político bogotano. Su nombramiento
significa que el gobierno le cumple a un partido que, dividido, se declaró de
gobierno. Y que recibe el nombramiento más dividido, pues quienes esperaban su
cuota, como Dilian Francisca Toro en Salud, han quedado colgados de la brocha.
Por el historial de Cabrera, podríamos decir que
pertenece al Partido de la U, pero muchas figuras relevantes no lo reconocen y
dicen que llegó allí por su cercanía con el uribismo. En cualquier caso, es un
conocedor de la política y seguramente aprenderá los temas técnicos en poco
tiempo. Sin embargo, no suma nada al partido del que supuestamente proviene y,
además, agrava el aislamiento pasivo-agresivo.
En conclusión…
Las últimas decisiones de Duque constatan varios
rasgos que han caracterizado a su administración desde el principio: se trata
de un gobierno débil, sin mayorías, irresoluto, sujeto a diversas extorsiones
políticas y con un margen de maniobra restringido por las líneas rojas que le
imponen los sectores más extremistas de su partido o el propio Álvaro Uribe. En
sus principales ministerios ha pelado el cobre y no toma decisiones de fondo:
se engaña en la incompetencia sublime de los escogidos, y no me refiero a los
tres mencionados. Es un gobierno asustadizo, torpe e incapaz de sintonizarse
con la ciudadanía.
Todo parece indicar que la baja gobernabilidad, la
desconexión y el aislamiento pasivo-agresivo seguirán acompañando al gobierno
de turno.
Paradójicamente y aunque todo indicaba que el
desempeño económico iba a ser malo o muy malo, la realidad es que la única
economía de América Latina que creció en 2019 fue la colombiana. Ese es un aire
inesperado al que seguramente Carrasquilla le sacará provecho.
Así las cosas, todo parece indicar que la baja gobernabilidad,
la desconexión y el aislamiento pasivo-agresivo seguirán acompañando al
gobierno de turno. Como veníamos de presidentes fuertes y gobiernos con
capacidad de optar y decidir, resulta difícil encontrar referentes para la
comparación. Toca remontarse al gobierno de Pastrana, de Guillermo León
Valencia o de Mariano Ospina Pérez. Si nos vamos a otros países, Toledo, en
Perú, es un buen referente.
Colombia enfrenta una situación que desconoce la
capacidad institucional, pues el gobierno no cesa de romper esquemas,
protocolos y prácticas arraigadas históricamente. Definitivamente el talante y
el estilo son dos categorías que le quedan grandes a Duque, el sub-presidente.
*Politólogo, maestro y doctor en Ciencias Sociales
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, México.
Actualmente, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la
Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia
Universidad Javeriana.