razonpublica-Sandra Morelli*.- Así muchos se precien de nuestra libertad de prensa, el control económico de los conglomerados, la burocratización de los periodistas, la contratación con el Estado y la manipulación de los gobiernos hacen que los colombianos ya no creamos en los medios.
Este no es un paraísorazonpublica-Sandra Morelli*.- El año pasado se nos dijo que Colombia era el país
más feliz del mundo, y en la medición del Indice para este 2017 resultamos ser el
segundo país más feliz del planeta (después de Fiyi, la isla idílica del Océano Pacífico).
Yo no pongo en duda el rigor científico de esos estudios, pero sí creo que su difusión a través de los medios más parecía propaganda política del régimen, que realidad del país donde vivimos.
Es que en Colombia se les arroja ácido a las mujeres, los niños en la Guajira mueren por hambre, el desempleo es altísimo, la violencia intrafamiliar es una práctica ordinaria, el número de muertes violentas y por accidentes viales es igualmente alto, los servicios públicos son muy deficientes, los impuestos superaron los límites de la razón, el cultivo de la coca y el consumo de drogas se han disparado, la inseguridad aumenta en muchas ciudades, los concejales de la Capital escupen en lugar de argumentar, la industria está deprimida, la administración pública es ineficiente, la corrupción es omnívora, los servicios de salud son precarios, el transporte masivo colapsó...
Los periodistas se burocratizaron bajo el convencimiento -auténtico, ingenuo o complaciente- de que su independenciase mantendría incólume.
Aunque también hay muchas cosas buenas y otras que están mejorando, puede decirse sin duda que la situación de Colombia no es la mejor. Y en todo caso decir que objetivamente la situación no es la mejor puede contener al menos tantas falsedades como las que día a día intentan embutirnos los medios de comunicación y los informes producidos por autoridades públicas.
Perpetuar y retroalimentar la versión del país feliz no ayuda a resolver nuestros problemas. Pero además ofende la razón y el sentido común, cuando no raya con conductas delictivas como la falsificación de los balances de la Nación, o el mantener sistemáticamente una estrategia comunicativa donde los hechos aparecen minimizado o maximizados, según la conveniencia del momento.
La verdad es tan vulnerable e indefensa que a veces se duda de su existencia misma. Para efectos de este artículo baste pues con aceptar que la verdad es la información sobre los acaecimientos o situaciones y sus condiciones de modo, tiempo y lugar sin ninguna opinión de los agentes transmisores de la información, y sin omitir, minimizar o maximizar lo que han captado sus sentidos y su inteligencia.
Hasta aquí una verdad de Perogrullo. Pero detenerse en esta realidad ayuda a comprender mejor lo que sucede con las instituciones de Colombia.
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Uso de los medios de comunicación con fines públicos. Foto: Presidencia de la República |
Derecho fundamentalLa libertad de prensa es una de las grandes conquistas del Estado liberal. Su relevancia es tal que miles de seres humanos han muerto por hacer efectivo este derecho, cuya garantía constitucional presenta una doble dimensión: el derecho a informar y el derecho a ser informado.
¿Información acerca de qué? Pues del manejo de la cosa pública. De los asuntos que a todos nos conciernen y que se financian con nuestros impuestos, porque se trata de bienes públicos que existen para mejorar nuestra calidad de vida en sociedad.
La libertad de prensa es tan importante en un régimen democrático, donde el poder directa o indirectamente lo detenta el pueblo, que quien se dedica a esta noble función goza de un fuero especial. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos recita: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”