El cuidado del medio ambiente es una urgencia del mundo y un
asunto vital para Colombia. Por eso el presidente electo, que poco habló
sobre el tema, debe ahondar desde ahora en la preguntas y en cómo irá a
responderlas.
Ernesto Guhl Nannetti*
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Derrame de petróleo - Foto: CORPONOR |
Puntos clave
A principios de este año publiqué
un artículo donde
enumeré los retos más urgentes que Colombia debería abordar en materia de
sostenibilidad. Los cinco principales son:
- transición
energética;
- La
ocupación del espacio y el uso del suelo;
- Los La
conflictos centro – periferia:
- La ciencia
y la tecnología, y
- La
conservación
Transcurridos apenas cinco meses han
surgido nuevos problemas que generan aún más incertidumbre en materia
ambiental. Ahora que Colombia ha escogido su nuevo presidente, es de vital
importancia que el gobierno atienda esos asuntos con toda decisión.
Transición energética
En esta materia Colombia enfrenta la
catástrofe de Hidroituango que, además de presentar enormes riesgos sociales y
ecológicos, reduce la disponibilidad de energía eléctrica y amenaza el
desarrollo económico del país. El proyecto hidroeléctrico más grande de
Colombia debería comenzar a funcionar en diciembre de este año y abastecer
paulatinamente la demanda nacional hasta 2024. Sin embargo, las fallas
presentadas sugieren que esta meta no será cumplida e inclusive, pronostican un
apagón hacia 2021 o 2022.
Pese a ser crítica, esta situación le
ofrece a Colombia un escenario excepcional para acelerar el desarrollo de
fuentes energéticas limpias y renovables. Para lograrlo sería necesario
adelantar estudios que aseguren una canasta de generación eléctrica segura que
aproveche las fortalezas naturales del territorio nacional (como la alta
radiación solar) y disminuya los riesgos del cambio climático.
Además de tener un menor impacto
ambiental, las fuentes energéticas renovables permitirán idear soluciones
descentralizadas acordes con los compromisos adquiridos en el Acuerdo de París.
Planificación
territorial
Se estima que hacía el año 2050, el
86 por ciento de la población colombiana se concentrará en las ciudades: 70 de
más de 100.000 habitantes y 7 de más de un millón. Además de que el sistema
actual de administración territorial no es capaz de manejar poblaciones de tal
magnitud, se ha acelerado la aparición de territorios insostenibles como
Bogotá, ciudad que actualmente presenta los índices más altos de riesgo frente
al cambio climático.
Medio ambiente
constituye un factor esencial para el desarrollo sostenible integral y, por
tanto, para garantizar la paz “estable y duradera”.
La planificación territorial vigente
ignora que las ciudades se ubican en una unidad espacial con componentes
rurales y urbanos interdependientes, basados en el intercambio de servicios
socioecositémicos indispensables para la vida, el progreso y la generación de
impactos ambientales concentrados.
El nuevo gobierno debería aprovechar
la formulación de los nuevos POT para redefinir los lineamientos de ocupación y
uso del suelo, distanciándose de la visión municipalista y urbana que los ha
caracterizado. Sólo así propiciaría la construcción de visiones regionales
compartidas que respondan a las diversas realidades socio-ambientales que
conforman el territorio nacional. Esto impulsaría formas diferenciadas de
desarrollo y ocupación del espacio que permitirían que Colombia se convierta en
un conjunto armónico de territorios sostenibles.
Posconflicto
Pese a los múltiples inconvenientes
que ha tenido el desarrollo de los Acuerdos de Paz, se han logrado avances
irreversibles que deberán tener continuidad bajo los tres gobiernos que le
siguen al actual.
Sorprendentemente, al medio ambiente
no se le ha otorgado un papel relevante en el proceso de “implementación” de
los acuerdos. Con esto se desconoce que el medio ambiente constituye un factor
esencial para el desarrollo sostenible integral y, por tanto, para garantizar
la paz “estable y duradera”.
Durante el posconflicto, será
necesario reconocer el doble papel protagónico de las variables ambientales:
por un lado, como originadoras de violencia, y por otro, como instrumentos
fundamentales para consolidar la paz.
Algunas de estas variables son la
destrucción de los ecosistemas, la contaminación del agua en sectores urbanos y
rurales, la baja calidad del aire en las ciudades, la destrucción y
contaminación del suelo y la distribución de las tierras. Todas ellas afectan
profundamente la calidad de vida de la población colombiana, pues
históricamente han reforzado los niveles de desigualdad.
Estudios adelantados por el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han advertido que la mala
administración ambiental podría tener efectos sumamente nocivos para el
posconflicto colombiano. En esta misma línea, un estudio reciente1 analiza
los impactos del conflicto sobre las variables ambientales en diversos países
de América Latina, África y Europa mostrando que, pese a las grandes
diferencias naturales y sociales entre ellos, todos presentaron
situaciones comunes como: