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Derrame de petróleo en Barrancabermeja: una tragedia irreversible

Un análisis de lo que pasó y lo que viene en el derrame de Ecopetrol.

Manuel Guzmán-Hennessey*
 La tragedia

El pasado 2 de marzo se detectó un derrame de petróleo en la quebrada La Lizama, en el departamento de Santander, que afectó también la quebrada Caño Muerto y que ya se expandió hasta el Río Sogamoso.

Según El Espectador, 23.440 barriles de fluidos (agua, lodo, petróleo) se habrían derramado a lo largo de 24 kilómetros. Los habitantes de la región temen que el derrame llegue al Río Magdalena. Hasta el momento ha perecido un número indeterminado de especies de flora y fauna de la región: peces, patos, babillas y culebras.

Según Eduardo Uribe, vicepresidente de sostenibilidad de Ecopetrol, nunca antes un pozo ya cerrado había recuperado la presión, como sucedió en este caso. Quizás por eso la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) tardó veinte días en anunciar que abrirá una indagación preliminar contra Ecopetrol para determinar si hubo o no negligencia por parte de la empresa.

Por su parte la Procuraduría citó a Ecopetrol, al Ministerio de Ambiente y a la ANLA, y le solicitó a esta última que ordene suspender las actividades de exploración y explotación en el área, entre otras cosas.

El accidente en La Lizama deja abierta una pregunta de gran importancia: ¿son insuficientes las medidas de prevención sobre operaciones petroleras que implican un riesgo para los ecosistemas y los habitantes de las regiones vecinas?

Recordemos que cuando estalló la plataforma DeepHorizon en el golfo de México, se dijo que aquel había sido el desastre petrolero más grande ocurrido jamás y que no podía volver a ocurrir.
Las afectaciones de un derrame de crudo son irreversibles.
Por lo tanto,
no bastan las “buenas intenciones” de Ecopetrol.
Pero la historia de los derrames de petróleo y de los “no puede volver a ocurrir” ha sido larga. En 1960, el buque Sinclair Petroler derramó 66.000 toneladas de crudo sobre las costas de Brasil. En 1989, el buque petrolero Exxon Valdez  produjo un derrame en las costas de Alaska cuyas consecuencias ambientales siguen sintiéndose hoy.

Y a pesar de los escándalos mediáticos que siguen a cada derrame, Greenpeace estima que desde 1960 han ocurrido más de 130 vertidos graves de petróleo en el mundo. En todos, las consecuencias habrían sido mucho menores de haber existido medidas apropiadas para responder a las tragedias. ¿Lo ocurrido en el pozo de Barrancabermeja se hubiera podido evitar? Algunos analistas piensan que sí, pues hace dos años la Contraloría había informado a Ecopetrol de los riesgos.

Un daño irreversible

Se ha estimado que cinco millones de toneladas de petróleo se derraman anualmente en los mares del mundo y sólo el 10 por ciento procede de accidentes de buques petrolíferos.

Cuando se vierte petróleo en un cuerpo de agua, la mancha de aceite se extiende sobre una superficie cada vez mayor hasta llegar a formar una capa muy extensa, de un espesor muy delgado. La formación de una película impermeable sobre el agua en las zonas de derrame afecta a la flora y a la fauna debido a que obstruye el intercambio de gases y desvía los rayos luminosos que aprovecha el fitoplancton para llevar a cabo el proceso de fotosíntesis.

Qué proponen los presidenciables al consumidor?

Revista PYM.- El 15 de marzo se celebró el Día del Consumidor, que conmemora la proclamación de los derechos del consumidor por John Fitzgerald Kennedy en Estados Unidos en 1962 [1], y hasta el momento, en Colombia, hemos escuchado muy poco de los candidatos presidenciales al respecto.

Más allá de la curiosidad de páginas sociales, se hace evidente que las nuevas generaciones de políticos comenzaron a preocuparse por el tema, bien sea por convicción o por réditos políticos, y dejaron como herencia el Estatuto General del Consumidor y el Estatuto del Consumidor Financiero. Esto parece hoy un saludo a la bandera, porque la secuencia lógica del desarrollo de los derechos y deberes del consumidor no ha tocado las campañas presidenciales y, cuando mucho, ha sido mencionada superficialmente, pese a que el mundo entero ya comprendió que la ejecución de los deberes y derechos ciudadanos está más en el consumo que en el sufragio y que es prudente hacer públicas unas preguntas a los candidatos presidenciales sobre la materia.
La primera serie de preguntas inevitablemente iría sobre las garantías de los productos, dado que por lo menos, en el mundo del mercadeo tenemos dos grandes problemas: la informalidad y la inexactitud.

Elecciones del 11 de marzo: fallas e irregularidades

Tarjetones insuficientes, falta de pedagogía electoral y campañas poco exitosas: lo que nos dejó el domingo 11

 Clara Rocío Rodríguez*

La improvisación, las fallas en la logística, las sospechas de fraude, la violación eventual del secreto del voto, los votos anulados por no entender el tarjetón, la repetición de las elecciones entre los indígenas…¿Cómo evitar estos problemas?

Democracia en problemas

Muchos analistas y muchos ciudadanos piensan que las elecciones son el corazón de la democracia.
Y tienen razón. A través de las urnas la gente escoge a quienes tomarán las decisiones en nombre de la sociedad. Tan importantes son las elecciones que si ellas no existen o si están amañadas nos encontramos frente un régimen autoritario donde no existe la democracia ni la representación de la ciudadanía.
El caso actual de Colombia es diferente: las elecciones funcionan de manera regular y son el mecanismo reconocido para elegir a los altos funcionarios, pero las fallas e irregularidades de diverso tipo siguen siendo constantes.
Esta situación da fuerza a los argumentos de quienes se oponen a la democracia o la descalifican como un simple “formalismo”, socavando con eso la legitimidad y credibilidad de los políticos, los partidos, el Congreso, los altos funcionarios del gobierno y la propia autoridad electoral.
Estas fallas no se limitan a la violencia o al fraude electoral sino que incluyen problemas tocantes a la organización, la logística, las reglas de juego y la posibilidad de participación de los ciudadanos. Algunos hechos ocurridos durante las elecciones del pasado 11 de marzo son ejemplos de lo anterior.

Problema logístico y de planeación 
Elecciones.  Foto-  Alcaldía Mayor de Bogotá
En la “Gran Consulta por Colombia” y la “Consulta de Inclusión Social por la Paz” se estaban poniendo en juego varios asuntos:
·         La realización de consultas interpartidistas y la posibilidad de conformar alianzas entre fuerzas políticas.
·         La elección de los candidatos presidenciales ubicados al extremo del espectro derecha – izquierda, con posturas claramente diferentes.
·         La definición del peso real de los candidatos como un indicador de sus posibilidades de pasar a la segunda vuelta.
·         La reconfiguración del mapa de competidores, incluyendo la escogencia de los candidatos a la Vicepresidencia.
Ante este panorama el electorado acudió a las urnas solo para encontrarse con que no existían tarjetones para marcar su voto. Según la Misión de Observación Electoral (MOE), las denuncias empezaron a llegar a las 11:45 a.m. El problema no fue del todo resuelto y lo que vino a continuación fue todo un espectáculo – de improvisación-.
·         Las instrucciones fueron contradictorias: que se podía fotocopiar el tarjetón, que este debía ir firmado por los jurados, que lo valdrían sin la firma, etc.
·         Tanto el Registrador Nacional como el gobierno intentaron evadir la responsabilidad, discutiendo si fueron o no suficientes los recursos destinados a las consultas, mientras que se planteó la imposibilidad de reunión por parte del Consejo Nacional Electoral.
·         Las indicaciones en los puestos de votación no fueron claras, de manera que pudieron presentarse situaciones irregulares que no solo involucraron a la consulta de derecha sino también a la otra consulta.
Los dos candidatos ganadores y otras figuras públicas destacadas se pronunciaron con más o menos dureza sobre estos indudables desaciertos.
Esta situación fortalece los argumentos de quienes se oponen a los procesos democráticos.
Si bien el problema se vivió solo en algunas mesas de las ciudades principales, es sabido que la Registraduría imprimió 15 millones de tarjetones por cada consulta, cuando el Censo Electoral ronda los 36 millones de votantes potenciales. Esto implicaba el riesgo de que en muchas mesas faltaran los tarjetones, pero nadie tomó las precauciones para atender esa escasez: qué debían hacer los jurados, cómo tendrán que actuar los delegados de la Registraduría, qué ocurriría con los pasos siguientes en el proceso delicado de contabilización, totalización y difusión de los resultados.
Pero esa no fue la falla principal de la organización de las consultas.

La violación del secreto del voto

Importante.

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