Tarjetones insuficientes, falta de pedagogía electoral y
campañas poco exitosas: lo que nos dejó el domingo 11
Clara Rocío Rodríguez*
La improvisación, las
fallas en la logística, las sospechas de fraude, la violación eventual del
secreto del voto, los votos anulados por no entender el tarjetón, la repetición
de las elecciones entre los indígenas…¿Cómo evitar estos problemas?
Democracia en problemas
Muchos analistas y muchos ciudadanos piensan que las elecciones
son el corazón de la democracia.
Y tienen razón. A través de las urnas la gente escoge a quienes
tomarán las decisiones en nombre de la sociedad. Tan importantes son las
elecciones que si ellas no existen o si están amañadas nos encontramos frente
un régimen autoritario donde no existe la democracia ni la representación de la
ciudadanía.
El caso actual de Colombia es diferente: las elecciones funcionan
de manera regular y son el mecanismo reconocido para elegir a los altos
funcionarios, pero las fallas e irregularidades de diverso tipo siguen siendo
constantes.
Esta situación da fuerza a los argumentos de quienes se oponen a
la democracia o la descalifican como un simple “formalismo”, socavando con eso
la legitimidad y credibilidad de los políticos, los partidos, el Congreso, los
altos funcionarios del gobierno y la propia autoridad electoral.
Estas fallas no se limitan a la violencia o al fraude electoral
sino que incluyen problemas tocantes a la organización, la logística, las
reglas de juego y la posibilidad de participación de los ciudadanos. Algunos
hechos ocurridos durante las elecciones del pasado 11 de marzo son ejemplos de
lo anterior.
Problema logístico y de planeación
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Elecciones. Foto- Alcaldía Mayor de Bogotá |
En la “Gran Consulta por Colombia” y la “Consulta de Inclusión
Social por la Paz” se estaban poniendo en juego varios asuntos:
·
La
realización de consultas interpartidistas y la posibilidad de conformar
alianzas entre fuerzas políticas.
·
La
elección de los candidatos presidenciales ubicados al extremo del espectro
derecha – izquierda, con posturas claramente diferentes.
·
La
definición del peso real de los candidatos como un indicador de sus
posibilidades de pasar a la segunda vuelta.
·
La
reconfiguración del mapa de competidores, incluyendo la escogencia de los
candidatos a la Vicepresidencia.
Ante este panorama el electorado acudió a las urnas solo para
encontrarse con que no existían tarjetones para marcar su voto. Según la Misión
de Observación Electoral (MOE), las denuncias empezaron a llegar a las 11:45
a.m. El problema no fue del todo resuelto y lo que vino a continuación fue todo
un espectáculo – de improvisación-.
·
Las
instrucciones fueron contradictorias: que se podía fotocopiar el tarjetón, que
este debía ir firmado por los jurados, que lo valdrían sin la firma, etc.
·
Tanto
el Registrador Nacional como el gobierno intentaron evadir la responsabilidad,
discutiendo si fueron o no suficientes los recursos destinados a las consultas,
mientras que se planteó la imposibilidad de reunión por parte del Consejo
Nacional Electoral.
·
Las
indicaciones en los puestos de votación no fueron claras, de manera que
pudieron presentarse situaciones irregulares que no solo involucraron a la
consulta de derecha sino también a la otra consulta.
Los dos candidatos ganadores y otras figuras públicas destacadas
se pronunciaron con más o menos dureza sobre estos indudables desaciertos.
Esta situación fortalece los argumentos de quienes se oponen
a los procesos democráticos.
Si bien el problema se vivió solo en algunas mesas de las ciudades
principales, es sabido que la Registraduría imprimió 15 millones de tarjetones
por cada consulta, cuando el Censo Electoral ronda los 36 millones de votantes
potenciales. Esto implicaba el riesgo de que en muchas mesas faltaran los
tarjetones, pero nadie tomó las precauciones para atender esa escasez: qué
debían hacer los jurados, cómo tendrán que actuar los delegados de la
Registraduría, qué ocurriría con los pasos siguientes en el proceso delicado de
contabilización, totalización y difusión de los resultados.
Pero esa no fue la falla principal de la organización de las
consultas.
La violación del secreto del voto