Aunque la reforma política tenía
potencial transformador, se deformó en su paso por el Congreso y acabó siendo
una colcha de retazos sin cambios importantes.
Ricardo Bello Gómez*
Una
reforma deformada
El proyecto de reforma política era una oportunidad muy valiosa para reajustar incentivos
y alcanzar una mejor representación política en las corporaciones públicas.
Además, era una ocasión para incorporar algunas de las propuestas de la
consulta anticorrupción.
Sin embargo, tras ser aprobada en la
primera ronda de cuatro debates —de ocho necesarios— en el Congreso y pese a la
celebración del gobierno de Iván Duque por este “triunfo”, la reforma se ha
deformado en el camino.
El texto aprobado deja por fuera los puntos con mayor potencial reformador y adopta algunas
medidas “sin dientes”. El texto final simplemente contenta a los congresistas e
introduce sorpresas que solo favorecen a la actual clase parlamentaria.
Entre las expectativas de reforma del
proyecto inicial se encontraban:
- la financiación pública de
campañas;
- la reorganización de la
representación en Cámara y Senado;
- la reforma al Consejo Nacional
Electoral (CNE);
- la implementación de listas
cerradas para elecciones de corporaciones públicas: Congreso, asambleas,
concejos y juntas administradoras locales;
- la limitación de la reelección
hasta por tres periodos por corporación;
- y la paridad de género en las
listas.
El texto conciliado por las dos
cámaras y que avanzó a la segunda ronda de debates solo incorporó la limitación
de periodos y la financiación “preponderantemente estatal” de las campañas.
Además, el proyecto atenúa las
incompatibilidades de los congresistas, de tal manera que (1) podrían renunciar
a su curul para asumir cargos en el Ejecutivo de manera inmediata, e (2)
incorpora un polémico Fondo de Inversión de Iniciativa Congresional, a través
del cual los parlamentarios tendrían la capacidad de asignar hasta 20 por
ciento del presupuesto nacional.
Una
oportunidad perdida
Las listas cerradas no pasaron. Para los partidos tradicionales era un riesgo y para los nuevos una arbitrariedad. Foto- Ministerio del interior |
En primer lugar, las listas cerradas
llevan al electorado a decidir entre propuestas partidistas, más allá del
profundo personalismo que ha caracterizado a la política colombiana en los
últimos veinte años. En este contexto, los partidos se verían forzados a ofrecer
una mayor claridad ideológica y programática.
Más aun, la conformación de las
listas por medio de mecanismos de democracia interna podría ser una ventaja
competitiva para los partidos que busquen consolidar una agenda política clara.
Además, las listas cerradas también
facilitarían la elección de los votantes. En la elección del Senado, por
ejemplo, los votantes escogerían entre unos diez a quince partidos en vez de
enfrentarse a un tarjetón con casi mil opciones individuales. Eso no sólo
facilitaría la elección de los votantes, también reduciría el costo de las
campañas.
Las listas cerradas llevan al
electorado a decidir entre propuestas partidistas, más allá del profundo
personalismo que ha caracterizado a la política colombiana.
En segundo lugar, la reglamentación
de la paridad y alternancia de género, en combinación con las listas cerradas,
daría un resultado muy cercano a la paridad de género en todas las
corporaciones públicas.
Tenemos que considerar que las
mujeres apenas alcanzan el 20 por ciento de representación en el Congreso. Con
esta reforma de paridad de género se atacaría la principal injusticia de la
representación política en Colombia.
Sin embargo, los partidos políticos
tanto oficialistas como de oposición, retrocedieron en su entusiasmo inicial
por las listas cerradas y la paridad.
- En los partidos más
tradicionales, los predominantes cacicazgos regionales vieron en las
listas cerradas una amenaza a su dominancia intrapartidista frente a
liderazgos nacionales, que podrían monopolizar la conformación de las
listas.
- En los partidos alternativos
fueron varias las voces que se opusieron con el argumento de que las
listas cerradas no le abrirían la puerta a nuevos liderazgos.
En todo caso, ya sea por favorecer
sus propios intereses o por una interpretación errada de las implicaciones de
la reforma, el Congreso hundió las listas cerradas. Sin listas cerradas, la
paridad y alternancia de género, que tampoco fue aprobada, habría quedado sin
ningún efecto directo en la representación política de las mujeres. Pese a los
reveses en el trámite legislativo, el gobierno nacional ha anunciado que
insistirá en estas medidas durante la segunda ronda de deliberaciones en el
Congreso.
Los
cambios a medias
Los proyectos que pasaron favorecen abiertamente a los actuales miembros del congreso. Foto- Presidencia de la República de Colombia |
Además, ninguna propuesta de reforma
al Consejo Nacional Electoral avanzó de manera significativa en el debate
legislativo, pese a la latente necesidad de despolitizar ese organismo y
dotarlo de una mejor estructura que separe la vigilancia y el juzgamiento del
proceso electoral. Así, este proyecto de reforma política deja de lado un
necesario ajuste institucional del CNE como autoridad electoral.